El SEÑOR es mi pastor … Tu vara y Tu cayado me infunden aliento. |
«Deja de comerte la plastilina», le dije a mi hija de 3 años por milésima vez.
«SÉ AMABLE», me responde a todo pulmón.
Suspirando, le insisto que lo más amable que puedo hacer es asegurarme de que no coma nada que no sea comestible. A pesar de su descontento obvio y ruidoso, le remuevo la plastilina y la coloco en una caja fuera de su alcance.
El comportamiento de mi niña después del hecho me dejó muy irritada. Pero en ese momento me recuerdo a mí misma que, luego de advertirles persistentemente a los israelitas las consecuencias de su desobediencia, Dios les permitió que fueran capturados y esclavizados. Esperamos que la mayoría de nosotras (preescolares y adultas por igual) no tengamos que experimentar el nivel de disciplina del Antiguo Testamento antes de escuchar y obedecer.
En nuestro uso diario, la palabra “disciplina” tiende a asociarse con un castigo, pero las Escrituras describen a la disciplina más como instrucción y protección. El Salmo 23 ilustra maravillosamente este tipo de disciplina, diciendo de Dios, nuestro Pastor: “Tu vara y Tu cayado me infunden aliento” (Salmo 23:4).
Los pastores regularmente utilizaban ambos instrumentos para asegurarse de que sus rebaños estuvieran a salvo:
Al reflexionar sobre la disciplina del Señor en mi propia vida, encuentro el lenguaje del salmista de gran ayuda para comprender e identificar cómo Dios ha estado obrando.
La vara del Buen Pastor se activa cada vez que abro mi Biblia. Así como la vara del pastor empuja a las ovejas, la Palabra de Dios me empuja en la dirección correcta y me defiende de las mentiras y los ataques del enemigo.
El cayado del Buen Pastor es más sútil. Es más visible para mí en circunstancias como cuando alguna puerta se cierra inesperadamente y redirecciona mis planes, o los sermones o conversaciones que me dan convicción y reconducen mi espíritu.
Mientras que frecuentemente quiero responder a la frustración, a la decepción, al dolor o a la incomodidad de las experiencias del “cayado” como lo hizo mi hija de tres años (clamando a Dios, «sé amable»), me recuerdo a mí misma que no importa cómo me sienta, la verdad objetiva es que la disciplina del Señor es un acto de bondad amorosa. En retrospectiva, siempre estoy agradecida por la protección de Dios, por Su misericordia severa al no permitirme comer la plastilina metafórica.
Amigas, el Buen Pastor desea que Su rebaño amado florezca. Su vara y Su cayado están ahí para nuestro aliento… un recordatorio persistente de que el Pastor está presente, vigilante y protector, guiándonos en el camino de la vida eterna.
Con el uso de Su vara y Su cayado, el Buen Pastor nos guía profundamente hacia Su voluntad y nos anima a aferrarnos a las promesas de Su Verdad para que caminemos en fe y arrepentimiento, siguiendo el camino de la vida.
Que Su vara y Su cayado sean tu aliento hoy y todos los días. Buen Pastor, gracias por amarnos lo suficiente como para disciplinarnos. Guíanos con Tu vara y acércanos con Tu cayado para que podamos caminar en obediencia y obtener la alegría de la vida eterna. En el Nombre de Jesús, Amén. |
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